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Facebook, la herramienta social que nos unirá a todos


Muchos somos los seres que sabemos disfrutar de ese hermoso privilegio que es poder mirar de vez en cuando alguna de esas películas de acción y espionaje, secuestro de aviones, terrorismo y afines, todas ellas con magnificas escenas de persecución, tiroteos muy salados y, claro, explosiones como en la Guerra del Golfo. Es realmente un placer único. Pero muy pocos tenemos la ventaja casi sobrenatural de flashear con que esas cosas no solo son reales, sino que además suceden a nuestro alrededor todo el tiempo, o que por lo menos nos acechan. Tal vez sea un efecto secundario y retardado más de las muchas drogas que hemos consumido indiscriminadamente y sin moderación a través de los años, y que ahora vuelven a pasarnos factura, o sea, nos hacen alucinar vulgarmente con cualquier verdurita (lo cual tampoco significa que no podamos disfrutar al máximo de esas alucinaciones también).


Ahora, bien. Es de igual manera sabido que uno al vivir en Argentina no necesita alucinar demasiado para sentirse como en la guerra, puesto que coexiste todos los días con la «sensación de inseguridad» y que, siempre según los diarios, estamos acosados por hordas de malhechores por doquier, todos ellos a punto de pegar el zarpazo en cualquier esquina. Esto sin hablar de los cortes de luz repentinos, propinados por nuestras queridas empresas de suministro eléctrico, de capital privado, que ponen en riesgo la existencia de cuanto individuo que se atreva a caminar por la calle de noche. En fin, es una existencia llena de dicha y aventura, al mejor (peor) estilo viveza criolla. La cosa es que todos los días nos encontramos con algo nuevo que viene a reforzar nuestras «teorías de la conspiración», o como suelen decir, alucinaciones sin ningún fundamento de ex (?) faloperos como el que gustosamente suscribe.

Sin embargo, es necesario abandonar un poco el contexto local para enterarse y, ¿por que no?, para formar parte de las más divertidas e interesantes modalidades de paranoia. La más reciente tiene que ver con el fascinante mundo cibernético y se llama Facebook.

Como muchos otros inocentes (perejiles, zapallos y nabos) a nivel mundial, en determinado momento también accedí suministrar gran cantidad de información personal a esa bella herramienta social que nos unirá a todos en un futuro no muy lejano. No lo hice con ningún propósito específico, ya que los tontos en general no tenemos metas subjetivas: simplemente fui llenando los campos solicitados y ya, hasta verter allí informaciones sobre mi preferencia sexual, estado civil, orientación política y religiosa, fecha de nacimiento y otros datos de vital importancia que son como el perfil social de uno mismo. Lo hice, y ahora resulta que vivo mis tristes días constantemente acosado por unos agentes locales de la CIA que habitan un Ford Falcon verde y que se encuentra estacionado precisamente en la esquina de casa (o por lo menos es lo que creo yo).

Han surgido especulaciones de que la CIA, como accionista de la empresa que es, utiliza el Facebook para recopilar datos de la mayor cantidad posible de personas en todo el mundo, para llevar a cabo su plan maestro de dominación global, finalmente derrotar al comunismo internacional y a la KGB que sigue actuando en la sombra. Reconozco que suena a paranoia, pero conviene no olvidar algunos precedentes. Poco tiempo antes de los golpes de Estado, por ejemplo, las más sangrientas dictaduras han procedido legalizar a los partidos dichos de izquierda para obtener los datos de sus miembros mediante sus fichas de inscripción y así poder ir a buscarlos uno por uno a sus casas después, y alegremente borrarlos del mapa. Normalmente esos operativos contaban con el apoyo de logística y de inteligencia… de la CIA (!), que también había sido tan amable de financiar el golpe en primer lugar. Esto pasó en muchos lugares, y también en un país muy conocido, que no voy a decir cual es. No hace falta.


Resulta que si éste fuera el verdadero propósito de Facebook, tal cual está postulado por mucha gente (todos drogadictos y paranoicos, por supuesto), sería entonces para el aspirante a déspota y dictador sanguinario una herramienta de control sobre posibles opositores mucho más efectiva que cualquier base de datos determinada. Algo realmente sin precedente alguno, puesto que no solo tendrían registrada allí inestimable información sobre personas de todas las orientaciones políticas (incluso sobre aquellas que no pertenecen a ningún partido, es decir, sobre la mayoría de la población mundial), pero también —y esto es lo que me parece más grave— plasmada toda su red de relaciones, lo cual hace suponer que en la hipótesis de la imposibilidad de ubicar a cierta persona de manera directa, siempre sería posible hacerlo a través de sus amigos y conocidos. ¿Cómo? Empleando el siniestro método de la «sala de terapia intensiva que no aceptaba enfermos», donde a uno le decían: «si lo sabe cante, si no aguante». Espeluznante. Es para pensarlo, por lo menos.

Quise entonces retirar toda mi información del Facebook, por las dudas, ¿vio? Pero me di cuenta que sería inútil intentarlo, porque obviamente ya la tendrán bien guardada. He querido hacerlo cuando me acordé que la CIA publica anualmente el World Factbook, un interesante almanaque que es más bien un breve resumen de inteligencia sobre los países del mundo y su geografía, demografía, forma de gobierno, telecomunicaciones, capacidad industrial, militar, conflictos internos, estadísticas, etcétera. Sí, lo leyeron bien: CIA World Factbook. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia.
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