Less eligibility: Administración macrista aplica criterio decimonónico para no brindar atención en hospitales porteños
Fueron varios los meses de espera y vanas todas las visitas hechas al Hospital Odontológico Ramón Carrillo, en esta Capital Federal, en el intento de conseguir atención en el sector de operatoria dental. Han sido también inútiles los argumentos de que esa demora podría poner en riesgo la salud bucal del paciente, ya que las muelas no entienden ni respetan los tiempos burocráticos y se siguen deteriorando inexorablemente por falta del debido cuidado. Al parecer, el hospital en cuestión se esmera en no asignar turnos.
En las primeras tres visitas la excusa dada había sido siempre la misma: los profesionales se encontraban «desbordados por la demanda» y a los nuevos pacientes se les solicitaba concurrir a ventanilla «en los últimos días del mes que viene» cuando, «con algo de suerte», volverían a asignar turnos con normalidad. Pero la situación nunca se normalizaba y los pacientes debían retornar al mes siguiente, tan solo para recibir la misma explicación.
En el día de hoy —ya en la imposibilidad de usar mismo el pretexto esgrimido en las visitas anteriores— el hospital entregaba una constancia con fecha para el 10 de agosto próximo. Pero este no era aún el tan esperado día de atención, sino más bien la fecha en la que el «interesado» deberá concurrir nuevamente al hospital para, finalmente y entonces sí, lograr un turno para la atención médica que necesita.
Podría pensarse que luego de tantas idas y venidas en tantos meses, no sería ya tan grave tener que esperar diez días más para lograr el cometido. Pero es que la cosa no termina aquí: sucede que para finalizar el trámite el paciente deberá concurrir al hospital en la fecha indicada, personalmente o representado por alguien que porte sus documentos, entre las 9 y las 11 de la mañana. El hospital no brinda atención telefónica.
En síntesis, estamos ante una perversa treta burocrática para obligar al trabajador faltar a sus obligaciones y realizar un trámite que fácilmente se podría hacer por teléfono, o bien pagarle a un tercero para que lo haga. ¿Qué trabajador está en condiciones de disponer de dos horas en pleno horario laboral o de dinero para pagarle a un intermediario que lo represente? Por otra parte, como es de suponerse, no está contemplada la extensión de certificados médicos para trámites. Al ser interpelada, a la funcionaria encargada del sector de operatoria del Hospital Ramón Carrillo no se le ocurrió otra idea que brindar por toda respuesta un sarcástico «bueno, hombre, son muchos los que tienen el mismo problema que Ud.»
Deben ser muchísimos, efectivamente, los que tienen este pequeño problema de trabajar todos los días sin poder hacer cola en la ventanilla de un hospital a las 9 de la mañana por un trámite cualquiera. Esto que parece un intrincado sistema kafkiano es, en realidad, la manera encontrada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para negar atención médica a miles de porteños y porteñas que dependen del sistema público de salud. Sin exagerar, es la aplicación del criterio de «Less eligibility» (menor elegibilidad) contemplado en la Ley de Pobres de Gran Bretaña y que data... ¡del año 1834!
En aquellos turbulentos días de Revolución Industrial y de primeros atisbos del surgimiento de conciencia entre la clase trabajadora, el liberalismo británico empezaba a admitir la existencia de unos rudimentos de seguridad social para auxiliar a los más pobres y/o a los que no podían vender su fuerza de trabajo en las fábricas. En este contexto nació la mentada Ley de Pobres, dándole vida a una beneficencia estatal británica todavía precaria, pero que un siglo más tarde (en la «Edad de Oro» del posguerra) se convertiría en el National Health Service (NHS), uno de los más brillantes sistemas de cobertura estatal de salud del que se haya tenido noticia. Dice Aldo Isuani sobre aquellos primeros tiempos: «La ayuda estatal, provista a través de las instituciones de beneficencia, enfocaba su labor en aquellos pobres que no estaban en condiciones de sobrevivir en el mercado. Obviamente, dicha ayuda no debía provocar ninguna tentación a quienes trabajaban. Por ello el principio de less eligibility orientaba la tarea asistencial: los frutos de ésta debían ser deplorables para que nadie que pudiera vivir de su trabajo estuviese tentado a recurrir a ellos».
En los tiempos que corren, tiempos que en Capital Federal ya no son de liberalismo sino neoliberalismo, lo que es tanto peor, Mauricio Macri apuesta al mismo principio para favorecer los negocios sobre las necesidades básicas de los ciudadanos garantizadas por la Constitución Nacional. Según la cosmovisión de Macri, todo servicio público debe ser tan malo y tan inaccesible como pueda ser, verdaderamente deplorable, para que nadie que pueda disponer de dinero para pagar por atención médica o educación privadas —aun a costa de mucho sacrificio y privaciones— se sienta tentado a recurrir a hospitales y escuelas del Estado. Este es un modelo de país, el que pretende instalar la derecha argentina.
Los porteños y porteños que dicen votar «pensando en el bolsillo», y eligen a un Jefe de Gobierno con semejante ideología, deberán plantearse si les es conveniente seguir pagando cuotas de salud prepaga y de colegios privados para sus hijos gracias a que los hospitales y escuelas del Estado se administran de acuerdo con un principio de «Less eligibility» que por otra parte ha caducado hace más de 150 años. Y los demás debemos seguir militando, unidos, organizados y solidarios, para desterrar el neoliberalismo macrista de la Ciudad de Buenos Aires y de la Argentina, porque nos merecemos un país mejor. Debemos rescatar esa buena tradición del servicio público argentino que enseña atender a todos y todas sin preguntar de dónde vienen ni cuánto tienen.
«El futuro se acerca, despacio, pero viene»
Por Palermo Bronx
En el día de hoy —ya en la imposibilidad de usar mismo el pretexto esgrimido en las visitas anteriores— el hospital entregaba una constancia con fecha para el 10 de agosto próximo. Pero este no era aún el tan esperado día de atención, sino más bien la fecha en la que el «interesado» deberá concurrir nuevamente al hospital para, finalmente y entonces sí, lograr un turno para la atención médica que necesita.
Podría pensarse que luego de tantas idas y venidas en tantos meses, no sería ya tan grave tener que esperar diez días más para lograr el cometido. Pero es que la cosa no termina aquí: sucede que para finalizar el trámite el paciente deberá concurrir al hospital en la fecha indicada, personalmente o representado por alguien que porte sus documentos, entre las 9 y las 11 de la mañana. El hospital no brinda atención telefónica.
En síntesis, estamos ante una perversa treta burocrática para obligar al trabajador faltar a sus obligaciones y realizar un trámite que fácilmente se podría hacer por teléfono, o bien pagarle a un tercero para que lo haga. ¿Qué trabajador está en condiciones de disponer de dos horas en pleno horario laboral o de dinero para pagarle a un intermediario que lo represente? Por otra parte, como es de suponerse, no está contemplada la extensión de certificados médicos para trámites. Al ser interpelada, a la funcionaria encargada del sector de operatoria del Hospital Ramón Carrillo no se le ocurrió otra idea que brindar por toda respuesta un sarcástico «bueno, hombre, son muchos los que tienen el mismo problema que Ud.»
Deben ser muchísimos, efectivamente, los que tienen este pequeño problema de trabajar todos los días sin poder hacer cola en la ventanilla de un hospital a las 9 de la mañana por un trámite cualquiera. Esto que parece un intrincado sistema kafkiano es, en realidad, la manera encontrada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para negar atención médica a miles de porteños y porteñas que dependen del sistema público de salud. Sin exagerar, es la aplicación del criterio de «Less eligibility» (menor elegibilidad) contemplado en la Ley de Pobres de Gran Bretaña y que data... ¡del año 1834!
En aquellos turbulentos días de Revolución Industrial y de primeros atisbos del surgimiento de conciencia entre la clase trabajadora, el liberalismo británico empezaba a admitir la existencia de unos rudimentos de seguridad social para auxiliar a los más pobres y/o a los que no podían vender su fuerza de trabajo en las fábricas. En este contexto nació la mentada Ley de Pobres, dándole vida a una beneficencia estatal británica todavía precaria, pero que un siglo más tarde (en la «Edad de Oro» del posguerra) se convertiría en el National Health Service (NHS), uno de los más brillantes sistemas de cobertura estatal de salud del que se haya tenido noticia. Dice Aldo Isuani sobre aquellos primeros tiempos: «La ayuda estatal, provista a través de las instituciones de beneficencia, enfocaba su labor en aquellos pobres que no estaban en condiciones de sobrevivir en el mercado. Obviamente, dicha ayuda no debía provocar ninguna tentación a quienes trabajaban. Por ello el principio de less eligibility orientaba la tarea asistencial: los frutos de ésta debían ser deplorables para que nadie que pudiera vivir de su trabajo estuviese tentado a recurrir a ellos».
En los tiempos que corren, tiempos que en Capital Federal ya no son de liberalismo sino neoliberalismo, lo que es tanto peor, Mauricio Macri apuesta al mismo principio para favorecer los negocios sobre las necesidades básicas de los ciudadanos garantizadas por la Constitución Nacional. Según la cosmovisión de Macri, todo servicio público debe ser tan malo y tan inaccesible como pueda ser, verdaderamente deplorable, para que nadie que pueda disponer de dinero para pagar por atención médica o educación privadas —aun a costa de mucho sacrificio y privaciones— se sienta tentado a recurrir a hospitales y escuelas del Estado. Este es un modelo de país, el que pretende instalar la derecha argentina.
Los porteños y porteños que dicen votar «pensando en el bolsillo», y eligen a un Jefe de Gobierno con semejante ideología, deberán plantearse si les es conveniente seguir pagando cuotas de salud prepaga y de colegios privados para sus hijos gracias a que los hospitales y escuelas del Estado se administran de acuerdo con un principio de «Less eligibility» que por otra parte ha caducado hace más de 150 años. Y los demás debemos seguir militando, unidos, organizados y solidarios, para desterrar el neoliberalismo macrista de la Ciudad de Buenos Aires y de la Argentina, porque nos merecemos un país mejor. Debemos rescatar esa buena tradición del servicio público argentino que enseña atender a todos y todas sin preguntar de dónde vienen ni cuánto tienen.
«El futuro se acerca, despacio, pero viene»
Por Palermo Bronx
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