Las grandes alamedas
Por Palermo Bronx
Hace 105 años, el 26 de junio de 1908, nacía en Santiago de Chile el héroe, el luchador que jamás renunció y al que, por lo tanto, hubieron de sacarlo de la Moneda con los pies hacia delante. Nunca abandonó, nunca se achicó ni tuvo miedo: cumplió el mandato popular hasta donde le fue posible. Hoy rendimos homenaje al grande, enorme camarada Salvador Allende, presidente democrático de la República de Chile. Nacional, popular, latino-americanista, comunista. Militante y hombre.
Tal vez haya llegado demasiado temprano; quizá no haya sido el momento o no hayamos estado entonces preparados para recibirlo. Es posible que sus ideas hayan estado demasiado avanzadas para esos tiempos de conservadurismo, cipayismo, neocolonia. Puede ser. Lo cierto que hoy su lucha es nuestra lucha por la Patria liberada, por la igualdad y la unión de los pueblos de nuestra América morena. Hoy estamos de pie y somos muchos, sabemos de dónde venimos y sabemos adónde vamos. Ya no nos encontrarán desunidos, fragmentados ni mirando para el otro lado, a pesar de las cacerolas de las señoras paquetas en los barrios más acomodados de Santiago, de Buenos Aires, de Caracas. ¡No volverán a pasar!
Alrededor de las 9 de la mañana del 11 de septiembre de 1973, momentos antes de ser asesinado por la reacción imperialista liderada por Augusto Pinochet, Allende dio su último discurso, que pudo ser escuchado por Radio Magallanes y que ha llegado hasta nosotros. El que fuere buen latinoamericano que escuche (audio aquí):
Hace 105 años, el 26 de junio de 1908, nacía en Santiago de Chile el héroe, el luchador que jamás renunció y al que, por lo tanto, hubieron de sacarlo de la Moneda con los pies hacia delante. Nunca abandonó, nunca se achicó ni tuvo miedo: cumplió el mandato popular hasta donde le fue posible. Hoy rendimos homenaje al grande, enorme camarada Salvador Allende, presidente democrático de la República de Chile. Nacional, popular, latino-americanista, comunista. Militante y hombre.
Tal vez haya llegado demasiado temprano; quizá no haya sido el momento o no hayamos estado entonces preparados para recibirlo. Es posible que sus ideas hayan estado demasiado avanzadas para esos tiempos de conservadurismo, cipayismo, neocolonia. Puede ser. Lo cierto que hoy su lucha es nuestra lucha por la Patria liberada, por la igualdad y la unión de los pueblos de nuestra América morena. Hoy estamos de pie y somos muchos, sabemos de dónde venimos y sabemos adónde vamos. Ya no nos encontrarán desunidos, fragmentados ni mirando para el otro lado, a pesar de las cacerolas de las señoras paquetas en los barrios más acomodados de Santiago, de Buenos Aires, de Caracas. ¡No volverán a pasar!
Alrededor de las 9 de la mañana del 11 de septiembre de 1973, momentos antes de ser asesinado por la reacción imperialista liderada por Augusto Pinochet, Allende dio su último discurso, que pudo ser escuchado por Radio Magallanes y que ha llegado hasta nosotros. El que fuere buen latinoamericano que escuche (audio aquí):
«Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
«Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
«Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.
«Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.
«Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
«El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
«Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
«¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
«Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.»
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