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Para, hermano... ¿por qué el apuro?

Tal como ocurre en Argentina y en otros países cuyos gobiernos vienen intentando cambiar las viejas matrices conservadoras, en Venezuela la clase dominante disfrazada de oposición política tiene la fea costumbre de organizar intentonas golpistas muy a menudo. Lo curioso de todo esto es que la Revolución Bolivariana es la que más veces se ha sometido al voto popular y se ha confirmado por esa vía, y sin embargo es también la que más ha sufrido atentados y provocaciones desestabilizadoras contra su democracia. Uno de esos intentos tiene lugar en la actualidad.

Pero, pensándolo bien, ¿no sería más divertido y más barato organizarse para ganar las elecciones? Quizá lo sea para una fuerza democrática, pero no lo es, desde luego, para la derecha. Si bien se organiza e intenta lograr la victoria alineada detrás de candidatos únicos de muy alto perfil mediático, la verdad es que la derecha tiene pocas esperanzas de lograr un triunfo electoral que le devuelva el poder que supo ejercer desde siempre. Por eso pone todas sus fichas en la posibilidad del golpe de Estado.

Los intelectuales a sueldo que trazan las estrategias de las clases dominantes saben muy bien (ya que es precisamente para saberlo que les pagan) que es virtualmente imposible desplazar a un gobierno popular de modo democrático, es decir, por la vía electoral, sin violencia ni fraude. Para saberlo, no tienen más que hacer un breve análisis histórico. ¿No lo creen? Veamos de qué se trata:

En Argentina, por sacar un ejemplo que conocemos bien, todos los gobiernos que fueron populares, intentaron serlo o por lo menos coquetearon con esa posibilidad (Yrigoyen, Perón, Frondizi, Illia y Alfonsín) fueron destituidos por golpes cívico-militar-eclesiásticos o por golpes de mercado/mediáticos. Pero lo cierto es que ninguno de ellos conoció la derrota en la urnas. Otro tanto sucede en otros países de la región.

Esta es la prueba de que la mayoría del pueblo no come vidrio y, puesta a elegir, esa mayoría vota y votará siempre por aquellos gobiernos que le son favorables. Como por definición «favorable a las clases populares» es algo que la derecha jamás será, no le queda otra que apurarse y buscar el golpe siempre que exista la posibilidad de hacerlo. O ver pasar una sucesión de gobiernos populares, más o menos hasta el fin de los tiempos.


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