Violencia es mentir
Libia, Egipto, Siria, Ucrania, Venezuela. Para la prensa hegemónica, portavoz de las corporaciones, estos cinco países sólo tienen en común los hechos de «violencia» en sus calles. Toda la cobertura periodística gira en torno los enfrentamientos callejeros y la cifra de muertos que estos arrojan. No hay razones y las cosas simplemente ocurren.
Pero en el fondo hay una cuestión que los grandes medios de comunicación ocultan: lo que esos países tienen en común, de hecho, es que todos ellos luchan por liberarse de las garras del imperialismo, cada cual a su manera. Y que la «violencia» captada por las cámaras de TV no es producto de una simple «represión» de los «regimenes» sobre manifestantes «idealistas y abnegados» que luchan por «libertad», sino el resultado del enfrentamiento de aquellos que buscan la liberación nacional contra unos pocos empleados locales del imperialismo y una masa de manipulados, ciertamente, por el mensaje de los propios mismos medios de comunicación.
Esto no es nuevo y, bien mirada la cosa, es algo muy natural también. El poder fáctico hace y hará todo lo posible por conservarse cuando el poder político intente avanzar sobre sus privilegios. En resumen: los medios de comunicación, en tanto y en cuanto un poder fáctico y además hegemónico, no hacen más que su deber de casa cuando mienten u ocultan la verdad en estos casos.
Pero lo peor de todo es que la otra mitad del problema la hemos generado nosotros mismos, las fuerzas progresistas, al cultivar a lo largo del tiempo un discurso errático de «no violencia», o el famoso «paz y amor». Hemos hecho ingresar al sentido común la idea de que toda violencia es en sí mala y de que es necesario que haya paz social a cualquier precio, aún sabiendo que ninguna paz a cualquier precio puede ser buena. Por eso, cuando el enemigo nos ataca y se hace necesario salir a combatirlo, somos presa de nuestro propio discurso pacifista y quedamos inhabilitados para tomar las medidas necesarias contra quién ya pegó primero. Quedamos obligados a poner la otra mejilla.
Algunos de los nuestros salen ahora a condenar la «represión» en Venezuela, sin entender que no existe tal represión. Y gran parte la responsabilidad por este ‘quid pro quo’ que nos puede conducir al jaque mate la tenemos nosotros, ya que en vez de educar al pueblo para la lucha lo hemos amansado para la derrota.
¿Qué haremos cuando la derecha argentina ataque como la venezolana? Será necesario poner al agresor fascista o liberal en el lugar que debe ocupar: la cárcel. Mientras esto no llega, debemos ir cambiando nuestra definición de violencia, porque violencia no es luchar ni defender la Patria. Violencia es mentir y pretender violarla y venderla.
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