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Hugo Chávez y el dentista gorila

Dentista en Beiró y San Martín. Este paciente está acostado y tiene puesta esa clásica remera con los ojos de Hugo Chávez que me había sido traída de Venezuela y obsequiada por el camarada Lenin Ernesto Olivera. El doctor, el gorila propietario de la clínica al que se le ven los pelos de entrada, se acerca y empieza:
—¿Así que sos chavista? (noto un cierto dejo de desprecio al pronunciar «chavista»).
—Sí, chavista y comunista.
—Ah, pero te compraste todos los números. Lo único que falta... ¡es que seas K!
—¡Más K que el potasio, señor doctor!—contesto sin titubear.
—¿Pero cómo podés apoyar a este gobierno corrupto, que tiene a Lázaro Báez, a Fariña, a Boudou y toda esa manga de ladrones?
—Bueno —digo con toda la calma—, no sé de qué me habla. Apoyo al gobierno que me devolvió la dignidad a mi y a millones de argentinos después de que hayamos sido vapuleados en el 2001.
—Claro, con el dólar a 13 pesos...
—El dólar cotiza a 8 pesos. Y además no me importa, porque me manejo con la moneda de mi país y las monedas extranjeras a mi me tienen sin cuidado.
—¡Pero estamos en crisis terminal! ¡Este país no da para más!
—Discúlpeme, doctor —vuelvo a contestar gentilmente. Recuerden que el hombre es dentista y tiene el poder de destrozarme la boca si lo hago calentar.— Tampoco sé de qué habla. Yo nunca estuve mejor que ahora. En mi barrio el comercio explota, venden más que nunca. Se van todos a la Costa Atlántica, hay trabajo...
—Pero el dólar... —insiste el doctor.— ¡El dólar!
—Mire que en ningún país le entregan moneda extranjera sin límites y sin controles, eh.
—En Chile sí. Yo estuve en Chile y compré todos los dólares que quería sin problemas.
—Pero Chile es un país liberal. La Argentina, no. Hay que evitar la especulación. Ud. seguro me entiende.
—Pero yo no los quiero para especular. Quiero diez mil dólares para irme de viaje y los tengo que comprar a 13 pesos en el mercado negro.
—¿No tiene tarjeta de crédito? Mire que en todo el mundo se manejan con tarjetas de crédito y débito ya, no hay necesidad de tener tanto efectivo encima. Además es peligroso, ya lo sabe.
—¡No! ¡Quiero la libertad de disponer de mi dinero!
—Libertad —repito la palabra clave—. Ud. es un liberal entonces, ¿no es cierto? Bueno, yo soy comunista. Ya lo ve, no nos vamos a poner de acuerdo.
—No es cierto, no tengo ideología. Soy apolítico. Lo único que quiero es disponer de mi dinero como me parezca sin que un gobierno me controle.
—Eso es ser liberal, doctor. Ahora bien, diez mil dólares es mucho dinero, eh. Pensé que estábamos en crisis, que este país no daba para más...
—Lo que pasa —cambia de tema el hombre, a verse apretado— es que no tenemos un político que nos represente, por eso no me meto en política.
—Sí, claro —contesto—. La derecha no tiene referentes. Es un problema serio.
—¡Ni la derecha ni la izquierda!
—No hable por la izquierda. Soy militante del Partido Comunista y nos conducen Néstor y Cristina hace 10 años —dije por fin, y no dijimos nada más. El hombre se quedó sin sentido común cacerolero para seguir discutiendo y se asustó muchísimo al enterarse que hasta los comunistas apoyamos al Gobierno. Esta noticia seguramente no la leyó en Clarín.


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